Trabajar con tu familia en la mayoría de los casos puede ser sinónimo de problemas. Las estadísticas a nivel mundial indican que el 70 por ciento de las empresas de familia desaparece en la transición de la primera a la segunda generación, porque se acaban o porque pasan a manos de terceros.
Al 20 por ciento le sucede lo mismo cuando llega a la tercera generación y al 7 por ciento que logra arribar a la cuarta. Los datos más dramáticos muestran que solo el 3 por ciento de las sociedades familiares que superan la cuarta generación viven para contar la historia.
¿Quién sabe más del negocio? ¿El que lo creó, el que lo heredó e hizo crecer o quién viene con ideas nuevas? Los conflictos familiares no se deben llevar al negocio y viceversa.
Las disputas y diferencias entre los miembros de la familia involucrados en el negocio o en su administración son la principal causa de este desenlace. Todos los días los medios registran rompimientos de empresas por peleas de esa naturaleza.
Les voy a contar una breve historia: un joven conoce a una chica. Se casan y viven felices para siempre. Ahora les contaré la secuela: tienen hijos, fundan una empresa, luego los hijos entran a trabajar en ella. Después de varios años posicionando sus productos, el negocio familiar comienza a prosperar; comienzan a llegar retos y metas que unos meses atrás eran inimaginables. El horizonte parecía inmejorable. 10 años después, la fábrica es tomada por el sindicato, la maquinaria es rematada para solventar deudas y la empresa declara la quiebra.
¿Suena familiar? Tal vez conozcamos diferentes versiones de esta historia. Detalles más, detalles menos, el desenlace siempre es el mismo. Aunque existen muchas causas que pueden encaminar a una empresa hacia el desastre, en los negocios familiares hay factores que parecen acelerar las cosas. Uno de ellos es, precisamente, la familia: riñas personales, nepotismo, autoritarismo, etcétera.
Basta echar un simple vistazo para identificar situaciones donde más vale aprender a establecer fronteras. Veamos algunas de ellas:
Mala idea: Tomarse todo como una afrenta personal
¿Cuántas veces no hemos escuchado que una pelea entre familiares creó frentes irreconciliables que terminan por afectar las finanzas y dirección de una compañía? La dificultad de separar a una figura familiar de su cargo en la empresa es algo muy común, y alguna rencilla puede tomar otra dimensión dentro de la empresa. Esto también funciona en…
Buena idea: Mi papá y mi jefe son personas distintas
Aunque disentir es algo natural, es importante dejar en la oficina lo que es de la oficina, así como dejar en la casa lo que es de la casa. Después de todo, no se trata de algo personal. Conducirse con profesionalismo, y no obedeciendo a caprichos personales, ayuda a la empresa a crecer y mantenerse saludable.
Mala idea: Papá siempre va a estar ahí
Asumir que un título universitario y decirle siempre cómo resolver un problema son suficientes para capacitar a un heredero es una receta para el desastre. Si se deja pasar el tiempo, será más difícil que conozca la manera en que opera la empresa, no tendrá criterio y dependerá de lo que su papá ordene… hasta el día en que este falte.
Buena idea: Hay que preparar al heredero antes de darle el mando
Hacerse cargo de una compañía no es algo que ocurra de la noche a la mañana. Se trata de un proceso en el que el fundador debe involucrar al heredero en las labores y tareas de acuerdo a su edad e intereses, con la intención de saber dos cosas: si tiene potencial, y si le gusta. Así, la transición se volverá más sencilla, asegurando que le heredero estará bien adiestrado.
Mala idea: El apellido lo es todo
La madurez profesional toma tiempo en forjarse, y un heredero inmaduro tiende a pensar en la empresa como su juguete, su vehículo para darse una buena vida, etc. El apellido no es sinónimo de merecimiento ni capacidad, y esto debe aprenderlo el heredero lo antes posible.
Buena idea: Ser empresario es una responsabilidad
Un negocio crea riqueza, no solo para la familia empresaria, sino para muchas familiares, y para la comunidad en la que reside. El heredero debe ser consciente de que cada decisión que toma afecta a quienes lo rodean, y que ser empresario, más que un privilegio, es una responsabilidad.
Durante mi trayectoria profesional, las “historias con conflicto” parecen ser la regla y no la excepción. Aunque las soluciones para algunos casos parezcan sencillas, es complicado identificar un problema cuando se está inmerso en él. Muchas veces se apela a que el sentido común de “ser familia” podrá atravesar cualquier obstáculo, y esto es más complicado de lo que parece. Los finales felices son utópicos, pero tener el consejo de un experto puede ser la clave para cambiar la narrativa y ser el inicio de un caso de éxito.
Ustedes, ¿qué final prefieren?
También te puede interesar:
Cuento con 33 años de experiencia en las áreas de Contabilidad, Auditoría e Impuestos en la firma Salles, Sainz – Grant Thornton, 12 años de experiencia en la institucionalización y gobierno corporativo de empresas familiares y en apoyar a las familias en la elaboración de protocolos familiares.